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001 AM – Bienvenue

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Los Planetas – Una ópera egipcia

Un nuevo lanzamiento de Los Planetas siempre es noticia. Han sido durante muchos años los más grandes dentro de la música alternativa española, aclamados durante toda la década de los 90 como los reyes del indie e influenciando a toda una generación de músicos, algunos de los cuales han intentado arrebatarles el puesto.

Las malas lenguas auguraban la separación de la banda hace unos años, cuando parecía que, tras “Los Planetas contra la ley de la gravedad”, los granadinos habían dicho todo lo que tenían que decir. Desconocían los agoreros que J, vocalista y líder del grupo, se guardaba un as bajo la manga: el flamenco y sus raíces.

Como ocurre con los fans de cualquier artista, no es pequeño el número de los nostálgicos de los primeros años de J y los suyos, cuando, gracias a discos como “Super 8” o “Una semana en el motor de un autobús”, se encumbraron como la principal figura del llamado indie español.

Estos nostálgicos no parecen capaces de darse cuenta de que “Mi hermana pequeña” está a punto de cumplir 20 años, de que la escena indie que los granadinos dominaron ya no es la misma (para conseguir notoriedad ya no basta con digerir correctamente unas cuantas influencias), y que cualquier músico necesita variar sus registros cuando lleva tanto tiempo, y más cuando vienen de una ciudad y una tierra con un legado musical a rescatar para la quinta del Spotify. Es cierto que sí se les puede poner alguna pequeña pega, como que alguno de los temas no sean inéditos, comoel “Romance de Juan de Osuna”, “Una corona de estrellas” o “Soy un pobre granaíno

En “Una ópera egipcia”, Los Planetas han tendido más a buscar texturas (las guitarras de Florentsuenan tan bien como siempre), como pudieron hacerlo en “Unidad de desplazamiento”. En la mayoría del disco no buscan tener demasiados estribillos inmediatos y cortados por el patrón de siempre, aunque también los hay: “Soy un pobre granaíno” cumple su papel.

No es éste un disco menor, contra la mayoría de expectativas, la banda no ha bajado el listón. La pista 5 y primer single del álbum, “No sé cómo te atreves”, es de las mejores piezas que han firmado desde hace muchos años. Continúan el formato duo chico-chica en canción de desamor junto a La Bien Querida, como ya lo hicieron con Irantzu Valencia en “Y además es imposible”, del “Contra la ley de la gravedad”. Cuentan que la canción se escribió en un primer momento para Christina Rosenvingepero que ésta la rechazó, es difícil entender por qué.

No es la única colaboración del álbum; La Bien Querida repite en “La veleta”, con una atípica instrumentación electrónica y el maestro Enrique Morente sigue bendiciendo a la banda, repite participación tras la maravillosa “Tendrá que haber un camino” de “La leyenda del espacio” y nos regala su cante en “La Pastora Divina”, que enlaza con una de las obras maestras del encuentro entre rock y flamenco, “Omega”, de Morente y Lagartija Nick, cuyo líder, Antonio Arias, también aparece tocando el bajo en el tema, y cierra la ópera una hipnótica pieza de nueve minutos, “Los poetas”, aderezada por algún que otro detalle electrónico y referencias al Corán: J se inspiró en la sura coránica del mismo título para escribir la letra.

Cuenta el propio J que eligió el título porque lo oyó referido a La Niña de los Peines y así es como le llamaban los gitanos a las obras maestras. Quizás sea muy aventurado calificar así a este trabajo, pero lo que sí es seguro es que, después de dos décadas de trayectoria, esta ópera supone una firme consolidación de los granadinos el siempre delicado terreno de la madurez.

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Klaus & Kinski – Tierra, trágalos

Es famoso el “síndrome del segundo álbum”, muchas bandas han sucumbido a la presión de las expectativas. El primer álbum de Klaus & Kinski, “Tu hoguera está ardiendo” fue aclamado por gran parte de la crítica, que reconoció la inteligencia de las canciones firmadas por Alejandro Martínez, llevándolos a festivales de todo el país.

Para su segunda entrega larga, los murcianos han optado por mantener la esencia de su debut, ofreciendo un conjunto ecléctico en lo musical, incluso más que en “Tu hoguera..”. La mejora se nota desde el corte que abre el disco: “Ya estaba así cuando llegué”, guarda similitudes con el primero del anterior, “El Cristo del Perdón”, aunque, gracias a la potencia de las eléctricas, aquí el sonido es más de banda, dejando atrás limitaciones maqueteras.

El primer single, “Ley y moral”, con un reseñable vídeo del ilicitano Chema García Iborra, es una de las canciones más oscuras de todo el álbum, no es la carta de presentación más descriptiva del contenido de su trabajo, y quizás haya sido elegida para remarcar un perfil menos inocente que la impresión que pueden dar al oyente menos atento (algo que ellos mismos han declarado en alguna entrevista).

Además de los palos que ya tocaban en el primero hay funk (“Sobria y serena”),  géneros delirantes como el “pasodoble indie” (“El Rey del Mambo y la Reina de Saba”) o sonidos propios de Django Reinhardt (“Carne de Bakunin”), que demuestran la versatilidad y calidad de Martínez a la guitarra.

Forma, sentido y realidad” es dance que recuerda a Saint Etienne, y también son nuevos en el trabajo del grupo los arreglos de cuerda, utilizados inteligentemente. Mención aparte merece “El fin del mundo”, una preciosa balada apocalíptica que nos recuerda a “Arponera”, ese clásico de Esclarecidos.

El humor negro de la mayoría de las letras sigue ofreciendo  un contrapeso irónico a la suave, tan suave que a veces no se entiende lo que dice, voz de Marina Gómez, reminiscente de Irantzu Valencia, antigua vocalista de La Buena Vida. El resultado es un disco en el que caben, y bien, política, My Bloody Valentine, dance y niños muertos. Si hay algo que chirríe, es el fragmento al comienzo de la bossanova “Deja el odio para después de comer” de un discurso de cierto tirano sanguinario alemán de cuyo nombre es mejor no acordarnos.

A pesar de que se podría calificar como un disco de pop, no es para todos los públicos; parece inherente al propio espíritu de la banda cierta esquizofrenia, y en una misma canción se puede pasar de sonar como una versión un tanto retorcida de Mecano a tener pasajes de guitarra eléctrica que podrían ser familiares cercanos de los Triángulo de Amor Bizarro.

Esa bipolaridad entre el sarcasmo, tanto lírico como musical y la facilidad para las melodías y arreglos del pop (¿quizás es mejor definirlos como unos anti-La Oreja de Van Gogh?) es lo que mismo que consigue que, a pesar de que “Tierra, trágalos” resulte uno de los álbumes más interesantes que se han lanzado en lo que va de año en España, el público más convencional les vaya a dar la espalda: decida usted en qué lado se encuentra, porque Klaus & Kinski han superado con creces su segunda prueba.

http://www.alicanteactualidad.es/sugerencia.php?co=16

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Charly García – Piano Bar

Nota del bloguero: esto lo escribí para Rockstyle.es hace unos cuantos meses con un titulillo un poco como de dar explicaciones.

25 años: Recordando ‘Piano Bar’ de CHARLY GARCÍA

Han pasado cinco lustros desde que la estrella argentina editó uno de sus trabajos más redondos, que sigue siendo una clase magistral de cómo hacer rock en nuestro idioma, y en sólo 35 minutos.

Hace ya 25 años que este disco salió a la luz, y puso el listón en un lugar al que pocas figuras del rock en español, sean porteñas, madrileñas o mexicanas, han podido llegar. En nuestro país, lo poco que ha sonado del histórico rockero argentino Charly García fue en versiones de otros, como Tequila Miguel Ríos. Si dicen que a la tercera va la vencida, García venció y de goleada. No recuerdo muchos discos de ese llamado “rock en español” en los que haya tan poco material de relleno para tanta gran canción. En prácticamente todas las pistas se puede encontrar una melodía, un riff memorable o una letra con algo que decir, y lo que dice lo dice como el mejor de los periodistas: dejando claro dónde y en qué momento vive.

En Piano Bar, Charly afiló el sonido tecnopop que venía practicando en sus primeros dos discos en solitario. En el tercer LP, las melodías y las letras inteligentes seguían estando presentes, ahora más directas; las guitarras eléctricas ocupaban el lugar de una cierta complejidad armónica a los teclados. En este disco, García prefiere dedicarse a hacer canciones antes que a tocar el piano (no hay demasiadas Ojos de videotapeInconsciente colectivo), a pesar del paradójico título. Se nota que, como él mismo admitió en entrevistas, antes de la grabación había empezado a escuchar discos como Born In The USA, de Bruce Springsteen.

A diferencia de su disco anterior, Clics modernos, donde el grueso de la instrumentación lo componían los teclados del bigote bicolor, aquí Charly grabó con banda. El núcleo de ésta (guitarra, bajo y batería) estaba formado por losG.I.T., que más tarde alcanzarían el éxito en las radios de varios países de Sudamérica, aunque no son las únicas futuras estrellas participantes en este álbum: los teclados los tocaba un joven de Rosario llamado Fito Páez.

Piano Bar abre con Demoliendo hoteles, uno de los hits más recordados del argentino, una declaración de intenciones (“yo que nací sin poder/yo que luché por la libertad pero nunca la pude tener”) en la que, más o menos, avisa de que, pasada la dictadura militar que había dominado Argentina durante siete años, se iba a dedicar más a la vida y excesos de rockstar que a la canción protesta, y que musicalmente transita por terrenos cercanos al Just What I Needed de los Cars. Además de caer como anillo al dedo para ilustrar sus futuros escándalos en hoteles -a García siempre le gustó cultivar la imagen más tópica del rockero-, es un pelotazo de los grandes.

Las siguientes canciones mantienen el nivel: la extraña línea de bajo de Promesas sobre el bidetRaros peinados nuevos, pegadiza e irónica; el magnífico riff de teclado que conduce el tema que da título al disco, en el que Pablo Guyot nos regala un gran solo; canciones más cercanas a Clics modernos, como No te animás a despegarTotal interferencia, y más pelotazos como la guitarrera y sesentera No se va a llamar mi amor, el funk político de el Rap del exilio y el rock imprescindible de Cerca de la revolución.

En definitiva, estos concisos 35 minutos conforman uno de los discos más imprescindibles de la música en español. Ahora que, tras su anunciado regreso a los escenarios, el argentino ha dejado atrás sus últimas formaciones y sonido, no está de más volver a escuchar el que probablemente es el disco en el que mejor sonó Charly García.

http://www.rockstyle.es/?p=3979

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