Klaus & Kinski – Tierra, trágalos

Es famoso el “síndrome del segundo álbum”, muchas bandas han sucumbido a la presión de las expectativas. El primer álbum de Klaus & Kinski, “Tu hoguera está ardiendo” fue aclamado por gran parte de la crítica, que reconoció la inteligencia de las canciones firmadas por Alejandro Martínez, llevándolos a festivales de todo el país.

Para su segunda entrega larga, los murcianos han optado por mantener la esencia de su debut, ofreciendo un conjunto ecléctico en lo musical, incluso más que en “Tu hoguera..”. La mejora se nota desde el corte que abre el disco: “Ya estaba así cuando llegué”, guarda similitudes con el primero del anterior, “El Cristo del Perdón”, aunque, gracias a la potencia de las eléctricas, aquí el sonido es más de banda, dejando atrás limitaciones maqueteras.

El primer single, “Ley y moral”, con un reseñable vídeo del ilicitano Chema García Iborra, es una de las canciones más oscuras de todo el álbum, no es la carta de presentación más descriptiva del contenido de su trabajo, y quizás haya sido elegida para remarcar un perfil menos inocente que la impresión que pueden dar al oyente menos atento (algo que ellos mismos han declarado en alguna entrevista).

Además de los palos que ya tocaban en el primero hay funk (“Sobria y serena”),  géneros delirantes como el “pasodoble indie” (“El Rey del Mambo y la Reina de Saba”) o sonidos propios de Django Reinhardt (“Carne de Bakunin”), que demuestran la versatilidad y calidad de Martínez a la guitarra.

Forma, sentido y realidad” es dance que recuerda a Saint Etienne, y también son nuevos en el trabajo del grupo los arreglos de cuerda, utilizados inteligentemente. Mención aparte merece “El fin del mundo”, una preciosa balada apocalíptica que nos recuerda a “Arponera”, ese clásico de Esclarecidos.

El humor negro de la mayoría de las letras sigue ofreciendo  un contrapeso irónico a la suave, tan suave que a veces no se entiende lo que dice, voz de Marina Gómez, reminiscente de Irantzu Valencia, antigua vocalista de La Buena Vida. El resultado es un disco en el que caben, y bien, política, My Bloody Valentine, dance y niños muertos. Si hay algo que chirríe, es el fragmento al comienzo de la bossanova “Deja el odio para después de comer” de un discurso de cierto tirano sanguinario alemán de cuyo nombre es mejor no acordarnos.

A pesar de que se podría calificar como un disco de pop, no es para todos los públicos; parece inherente al propio espíritu de la banda cierta esquizofrenia, y en una misma canción se puede pasar de sonar como una versión un tanto retorcida de Mecano a tener pasajes de guitarra eléctrica que podrían ser familiares cercanos de los Triángulo de Amor Bizarro.

Esa bipolaridad entre el sarcasmo, tanto lírico como musical y la facilidad para las melodías y arreglos del pop (¿quizás es mejor definirlos como unos anti-La Oreja de Van Gogh?) es lo que mismo que consigue que, a pesar de que “Tierra, trágalos” resulte uno de los álbumes más interesantes que se han lanzado en lo que va de año en España, el público más convencional les vaya a dar la espalda: decida usted en qué lado se encuentra, porque Klaus & Kinski han superado con creces su segunda prueba.

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